Es claro que fumar es perjudicial para la salud. Está claro que perjudica también a los que están cerca de fumadores. Y por eso la ley antitabaco matiza dónde se puede y dónde no se puede fumar. Indudablemente, en este caso, hay un choque de intereses en litigio de fumadores contra no fumadores y a la inversa. Los derechos de unos entran en colisión con los derechos de los otros. El problema está en que las posturas se pueden radicalizar y entrar en una guerra cainita.
La ley está hecha, en principio, para que dicha guerra no se produzca, pero por si éramos pocos parió la abuela. “La ministra Pajín anima a denunciar a los fumadores que incumplan la nueva ley”, según una entrevista concedida a la cadena SER. Por eso he hecho referencia a una guerra cainita. Denunciar es un “palabro” muy gordo.
Creo que ya tienen bastantes problemas los fumadores con no poder satisfacer su “pulsión” y luchar contra su dependencia, como para que encima les pongamos un guardia a su lado en la barra del bar, o en los aledaños de un parque infantil o en las cercanías de un hospital. Los inquisidores hace tiempo que deberían estar erradicados de entre nosotros, pero por lo que oigo y leo, me temo que no.
Estoy a favor del derecho a un espacio limpio de humos nocivos, y en ese sentido comparto las reivindicaciones que se han venido haciendo desde los círculos de no fumadores. Estoy plenamente de acuerdo en que el tabaco nos cuesta muchos millones de euros en facturas sanitarias y habrá que disminuir dicho dispendio poco a poco.
No soy fumador, pero tengo claro que no me voy a convertir en inquisidor de mi vecino. ¡Detesto a los inquisidores! Podré pedirle educadamente a la persona que está a mi lado y con todas las energías que me pueda proporcionar la ley, que deje de fumar en un espacio cerrado, que estamos compartiendo los dos. Y digo educadamente, porque en este país se han perdido muchas de las buenas formas de educación que otrora aprendimos en la escuela (pública o privada).
Ya estamos bastante irritables y agresivos, por las razones que cada cual pueda esgrimir, como para añadir un motivo más de gresca con el tema del tabaco. ¿O tal vez cuando me siente en la terraza de un bar, y puesto que la ley supuestamente me ampara, voy a enfrentarme con mi vecino de mesa porque me llega el humo de su cigarro? Con las mismas me puede mandar a freír espárragos, puesto que estamos en un espacio abierto.
Es claro que hemos llegado a esta situación de tajante prohibición, porque aún no hemos tomado conciencia plena de lo perjudicial del tabaco. ¿Será cierto que los españoles no reaccionamos si no es con el palo de la ley?
El tabaco, como vicio social, ha estado muy enraizado en nuestra sociedad, e incluso se nos animaba a fumar como demostración de hombría. Y cuando las mujeres empezaron a exigir sus derechos de igualdad, que los tienen y que no tendrían que haberlos conquistado, puesto que eran tan suyos como nuestros, y lamentablemente aún queda mucho trecho por recorrer, en ese sentido, ellas también empezaron a fumar, para con ese gesto querer parecerse más a los hombres. ¡En mala hora cogieron ese vicio! Hoy las enfermedades provenientes del tabaco, afectan por igual a hombres y mujeres.
Yo espero, que ellas, que son más valientes y muchos más fuertes psicológicamente que nosotros, los llamados machos, nos den un claro ejemplo dejando el tabaco y animándonos u obligándonos a dejarlo a nosotros. Si la esposa, la compañera, o la amiga, o la novia presionan sobre sus respectivos puede que a corto plazo dejemos de fumar muchos de los hombres. Fumar ya no está de moda.
La ley está hecha, en principio, para que dicha guerra no se produzca, pero por si éramos pocos parió la abuela. “La ministra Pajín anima a denunciar a los fumadores que incumplan la nueva ley”, según una entrevista concedida a la cadena SER. Por eso he hecho referencia a una guerra cainita. Denunciar es un “palabro” muy gordo.
Creo que ya tienen bastantes problemas los fumadores con no poder satisfacer su “pulsión” y luchar contra su dependencia, como para que encima les pongamos un guardia a su lado en la barra del bar, o en los aledaños de un parque infantil o en las cercanías de un hospital. Los inquisidores hace tiempo que deberían estar erradicados de entre nosotros, pero por lo que oigo y leo, me temo que no.
Estoy a favor del derecho a un espacio limpio de humos nocivos, y en ese sentido comparto las reivindicaciones que se han venido haciendo desde los círculos de no fumadores. Estoy plenamente de acuerdo en que el tabaco nos cuesta muchos millones de euros en facturas sanitarias y habrá que disminuir dicho dispendio poco a poco.
No soy fumador, pero tengo claro que no me voy a convertir en inquisidor de mi vecino. ¡Detesto a los inquisidores! Podré pedirle educadamente a la persona que está a mi lado y con todas las energías que me pueda proporcionar la ley, que deje de fumar en un espacio cerrado, que estamos compartiendo los dos. Y digo educadamente, porque en este país se han perdido muchas de las buenas formas de educación que otrora aprendimos en la escuela (pública o privada).
Ya estamos bastante irritables y agresivos, por las razones que cada cual pueda esgrimir, como para añadir un motivo más de gresca con el tema del tabaco. ¿O tal vez cuando me siente en la terraza de un bar, y puesto que la ley supuestamente me ampara, voy a enfrentarme con mi vecino de mesa porque me llega el humo de su cigarro? Con las mismas me puede mandar a freír espárragos, puesto que estamos en un espacio abierto.
Es claro que hemos llegado a esta situación de tajante prohibición, porque aún no hemos tomado conciencia plena de lo perjudicial del tabaco. ¿Será cierto que los españoles no reaccionamos si no es con el palo de la ley?
El tabaco, como vicio social, ha estado muy enraizado en nuestra sociedad, e incluso se nos animaba a fumar como demostración de hombría. Y cuando las mujeres empezaron a exigir sus derechos de igualdad, que los tienen y que no tendrían que haberlos conquistado, puesto que eran tan suyos como nuestros, y lamentablemente aún queda mucho trecho por recorrer, en ese sentido, ellas también empezaron a fumar, para con ese gesto querer parecerse más a los hombres. ¡En mala hora cogieron ese vicio! Hoy las enfermedades provenientes del tabaco, afectan por igual a hombres y mujeres.
Yo espero, que ellas, que son más valientes y muchos más fuertes psicológicamente que nosotros, los llamados machos, nos den un claro ejemplo dejando el tabaco y animándonos u obligándonos a dejarlo a nosotros. Si la esposa, la compañera, o la amiga, o la novia presionan sobre sus respectivos puede que a corto plazo dejemos de fumar muchos de los hombres. Fumar ya no está de moda.
PEPE CANTILLO