Situación laboral y producción informativa.
El reto de los profesionales de la información
Por Antonio López Hidalgo
Periodista y profesor titular
en la Facultad de Comunicación de Sevilla
El reto de los profesionales de la información
Por Antonio López Hidalgo
Periodista y profesor titular
en la Facultad de Comunicación de Sevilla
1. Introducción
Rodolfo Serrano es un periodista a quien los periodistas de las nuevas generaciones no conocen. Eso sí, conocen a su hijo, el cantautor Ismael Serrano, para quien escribe la letra de alguna canción. Y también por una frase apócrifa que posiblemente escucharon de sus profesores o de su jefe de redacción cuando se iniciaron en el oficio y que le hizo famoso muy a su pesar. La inmortal frase decía así: “No digáis a mi madre que soy periodista, la pobre cree que soy pianista en un prostíbulo”. La frase, desde luego, es una descripción viva de aquel periodismo romántico que murió con los primeros años de la democracia. Ahora explica la historia de aquella frase en un libro que ha publicado con un título que no pasa desapercibido: Un oficio de fracasados. Libelo pro y contra el periodismo. El libro está plagado de anécdotas, de condenas y de nostalgia. A fin de cuentas, toda vida y todo libro de todo buen periodista es un plato que suele contener estos tres ingredientes.
Pero ese periodismo que describe Rodolfo Serrano en su libro, como tantos otros periodistas han hecho también, es una huida personal al pasado, a un tiempo pretérito que quizás comparta pocos puntos afines con el presente y ninguno con el tiempo futuro. Éste, como otros, es un libro que muestra las huellas por las que anduvieron otros periodistas, pero que, miradas hoy sin nostalgia, nos muestran las secuelas de un mundo que nunca supimos o creímos si fue mejor. Desde luego, el diagnóstico de nuestros días es bien diferente.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) han obligado al periodista tradicional a una forma diametralmente distinta de hacer periodismo. Este desarrollo tecnológico ha puesto de manifiesto la aparición de nuevos medios. La profesión periodística atraviesa un momento de crisis, pero también de cambio y de oportunidades. Distintos informes muestran una radiografía de difícil diagnóstico y terapia.
De una encuesta realizada por la Asociación de la Prensa de Madrid en 2005 entre periodistas miembros de la FAPE, según se recoge en el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 (2005: 29), se deduce que el perfil medio del periodista en España es así: licenciado en Periodismo, que no desea cambiar de profesión (63,1 por ciento), con menos de 20 años de trabajo en los medios de comunicación y que considera la precariedad laboral y el intrusismo como las principales disfunciones de la profesión. Estos mismos profesionales (79 por ciento) consideran que la imagen social de la profesión es regular, mala o muy mala.
Otros estudios, con semejantes resultados, ponen de relieve que la precariedad laboral condiciona la autonomía e independencia de los profesionales y, como consecuencia, pone en peligro el libre ejercicio de los derechos sociales de la comunicación. La precariedad laboral, además, ha creado nuevas rutinas de trabajo en detrimento de la calidad informativa, que se sustentan en un mínimo manejo de fuentes –generalmente institucionales- en la elaboración de los textos, informaciones no contrastadas ni verificadas, un léxico cada vez más pobre y un uso muy limitado de géneros periodísticos. Tal vez ya es el momento de hacer un balance o, al menos, de acercarnos a esta realidad que puede amenazar el futuro y el ejercicio libre de esta profesión. Éste es quizás el reto de los nuevos profesionales de la información.
2. El periodista en el umbral del siglo XXI
Manuel Vicent (2006: 57) ha escrito: “Cuando dentro de 100 años los habitantes del futuro, que tal vez nacerán ya con las orejas puntiagudas, quieran saber cuáles fueron nuestros sueños y pasiones, por qué moríamos y matábamos, qué rostro tenían nuestros héroes y villanos, deberán conocer los nombres de los grandes testigos de esta época, que han sido y siguen siendo algunos periodistas. Como en el siglo de oro fueron los dramaturgos, en el XVIII los enciclopedistas y en el XIX los novelistas burgueses, el periodismo es el género literario que define nuestro tiempo”.
En efecto, los periodistas no han sido los protagonistas del siglo XX, pero sí han sido quienes han dado fe de cuanto ha acontecido en estos cien años y, posiblemente, de cuanto siga ocurriendo en el siglo XXI. Acaso los periodistas hayan dejado en sus testimonios escritos, orales y gráficos las huellas de una vida que se les fue sin que apenas tuvieran tiempo de atraparla con la pluma o con el flash, pero también, y por distintas razones que más adelante analizaremos, no supieron esbozar su propio perfil, el infierno de sus vidas y el paraíso de sus sueños, las horas de descanso u ocio truncadas frente a una vieja olivetti o frente al moderno ordenador; en fin, los días arrojados sin límites a los cestos de una profesión que todavía hoy idolatramos pero que cada vez más se nos muestra tal cual es.
Los profesionales de la información no han sabido estar a la altura de sus propias circunstancias, no han tomado conciencia de clase, han sucumbido a la precariedad laboral que, poco a poco, ha oxidando sus sueños de celuloide. Las empresas periodísticas les han arrinconado a la hora de definir qué tipo de periodismo es preferible hacer, han buscado mecanismos propios para la selección de su personal, a través de masters y cursos especializados promovidos por la propia empresa, obviando y marginando los títulos de los egresados de las facultades de Comunicación de toda España.
Enrique de Aguinaga (2000), por ejemplo, escribe que “el siglo XX ha estado recorrido, de cabo a rabo, por el debate de la profesionalización del ejercicio del periodismo, debate que todavía no ha llegado a una conclusión y conclusión que no se avizora, náufraga en un mar de confusiones”. Rodeada de ditirambos y dicterios, la profesión periodística es consecuencia de la aparición de la empresa periodística, fruto a su vez del desarrollo tecnológico y de la organización del trabajo periodístico, que desembocaría en la figura del periodista como trabajador asalariado. Hohenberg señala que la profesionalización del periodismo comienza hacia 1920 en Estados Unidos y a lo largo del periodo de entreguerras en Europa. Lejos ya de aquellos pedregosos caminos que alumbraban con sus escritos Eugenio Sellés y Juan Valera, entre otros, y adentrados ya en las amplias avenidas del siglo XXI no contamos aún con una definición legal de periodista. Papelista, escritor periódico, diarista, gacetero, gacetista, reportero, informador, redactor, comunicador. Como nos recuerda De Aguinaga, otros tantos sinónimos podrían valer.
Las opiniones al respecto y sobre el devenir de la profesión no encuentran consenso entre los investigadores. Fernández Areal y Canga Larequi son optimistas cuando miran al futuro. Carlos Soria (1992), sin embargo, entiende que la profesión, tal como la conocemos hoy, es una especie en vía de extinción y José Luis Martínez Albertos, pionero de esta visión apocalíptica de la profesión, ha profetizado que la prensa escrita desaparecerá en el año 2020 (1997: 23-24), que hay que redefinir el perfil del periodista y las exigencias profesionales de la comunicación, así como su formación académica; al mismo tiempo afirma que irán desapareciendo las pautas deontológicas propias del periodismo tal y como hoy lo entendemos (2001:24-25).
José Manuel Alonso (2003: 190) ha escrito: “Para entender todas estas dificultades es suficiente con recordar que después de tres siglos de existencia del ejercicio periodístico, y tras un siglo largo de asociacionismo de los periodistas, aún se habla –sin ponerse de acuerdo- de la necesidad de definir qué es ser periodista, y su profesionalización sigue ofreciendo dudas y diferencias según países y medios. Esto demuestra la necesidad de cuantos aquí estamos, los periodistas o los que vais a serlo, podamos unirnos para defender una profesión que, más que nunca, necesita del trabajo y la entrega de los profesionales…”.
Mejorar las condiciones laborales e incrementar la autonomía e independencia profesional de quienes trabajan en los medios pasa, antes que nada, señala Hugo Aznar, por reconocer que el periodismo es una profesión, una exigencia que aún en nuestros días es cuestión de debate. Como escribe este mismo autor, la complejidad del mundo actual requiere periodistas adecuadamente preparados. Como consecuencia, no se puede seguir afirmando que éstos no necesitan una preparación específica. Aznar (2005: 146) puntualiza en este sentido: “… a principios del siglo XX algunos intelectuales y periodistas comenzaron a percibir la correlación clara entre calidad del trabajo, compromiso ético y formación específica de los periodistas. A las puertas de las sociedades de la información del siglo XXI parece natural la exigencia de cualificación de los periodistas, tal y como la puede avalar un título universitario”.
Pero también es cierto que todavía queda por debatir si esa exigencia social debe convertirse también en una exigencia legal, como ocurre con otras profesiones, de manera que sea imprescindible poseer el título universitario correspondiente para ejercer de periodista, o bien si debe permanecer como una exigencia deontológica más de la profesión. En este sentido, Hugo Aznar advierte que la exigencia legal de titulación para ejercer el periodismo podría fomentar un cierto corporativismo profesional en el mundo de la comunicación (Aznar, 2005: 148-149).
No obstante, para este autor, la exigencia deontológica de titulación universitaria debería tener un efecto directo e inmediato en la mejora de las condiciones laborales y salariales de los periodistas. Desde luego, la situación actual del mercado laboral periodístico no está tan influida por el intrusismo como en ocasiones se afirma. España está a la cabeza del mundo en número de personas con formación en comunicación trabajando en los medios. Puede afirmarse, por tanto, que este aspecto de la profesionalización del periodismo está logrado. En cambio, los problemas relacionados con la precariedad y el deterioro sociolaboral de la profesión ocupan los primeros lugares en las encuestas y las investigaciones. Para Aznar (2005: 156), la definitiva profesionalización del periodismo, y como consecuencia su mejora ética, pasa por lograr un entorno sociolaboral estable y digno. Pero este logro no depende de exigir legalmente la titulación, sino en la existencia de organizaciones profesionales fuertes, capaces de aunar los intereses y demandas de todos los periodistas y de unir sus fuerzas por conseguir unas reivindicaciones comunes.
3. De la precariedad laboral
El papel protagonista del periodista en la producción informativa se fue reduciendo en España a partir de la década de los años ochenta, momento en el que también el deterioro laboral inicia su ascenso. Ningún estudio a nivel nacional nos muestra todavía datos concretos sobre la precariedad laboral en la profesión, pero algunas investigaciones dan fe de la situación, tales como las realizadas por la Asociación de la Prensa de Cádiz, la Asociación de la Prensa de Madrid, el Colegio de Periodistas de Cataluña, la Asociación de la Prensa de Aragón o la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela.
Ya en el año 2000, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con ocasión de un simposio sobre tecnologías de la información celebrado en Ginebra, hizo público un documento informativo para el Coloquio sobre las relaciones de la información en las industrias de los medios de comunicación y del espectáculo: sus repercusiones en el empleo, las condiciones de trabajo y las relaciones laborales. Según este informe, en España, a pesar de que ha habido un descenso en la fuerza laboral en los diarios en un 15%, entre 1992 y 1994, “el porcentaje de personal dedicado a la redacción ha subido del 37 al 46% y la proporción de mujeres aumentó del 27 al 29,5%”. Muestra el informe cómo el exceso de información se ha convertido en un riesgo profesional para los periodistas a tiempo completo. El correo electrónico es el principal culpable, pues los buzones electrónicos reciben un flujo constante de datos, comunicados de prensa, publicaciones en red, memorandos internos y cartas a los lectores. El dato más extraordinario del informe de la OIT es que no sólo bajó el número de trabajadores que se necesitan en una redacción, sino que estos profesionales se enfrentan cada día a nuevos retos profesionales y nuevas rutinas de trabajo: se encargan de clasificar temas o preparar guiones para distintos tipos de formatos, como la radio, la televisión y la red, y para diferentes medios (López Hidalgo y Mellado Ruiz, 2006: 162).
Desde la realización de este informe de la OIT hasta el último estudio publicado sobre la realidad profesional de los periodistas, la situación se ha deteriorado considerablemente, y de momento no se vislumbran parámetros que permitan observar con esperanza un futuro mejor. Pedro Farias (Farias Batle: 2005: 19), sin embargo, es más optimista, y entiende que nunca como hoy “el profesional de la información ha tenido mayor consideración social”. Y añade que esto se pone de manifiesto en la aparición de nuevos medios, en el auge de la comunicación y en la creciente demanda de los estudios de Periodismo. Según Farias, debemos entender la actual crisis profesional “como una situación de cambio y oportunidad”, en tanto que el escenario mediático está sometido a profundas transformaciones: se multiplican los periódicos gratuitos y se pone en marcha el marco legal que afectará a la regulación y emisiones de televisión con la entrada en el mercado de nuevos operadores y nuevos medios.
No obstante, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid muestra a los cuatro vientos una situación insostenible: un 79 por ciento de los encuestados entienden que la imagen pública de los periodistas es regular, mala o muy mala; consideran el intrusismo como una de las principales disfunciones, pero para la mayoría de los periodistas los principales problemas de la profesión son la precariedad laboral y la falta de códigos. Para los encuestados, la radio es el medio de mayor credibilidad. El estudio detecta también un alto grado de satisfacción en el desempeño de la profesión, pues ninguno la dejaría, aunque sí cambiaría de medio. Pero, sobre todo, consideran necesario defender su imagen pública denunciando las actividades que la perjudican.
Algunos otros datos ayudan a ver una radiografía de la profesión más concreta. Por ejemplo, cada día es más frecuente el contrato indefinido (68,8 por ciento), aunque también gana terreno la opción de los autónomos (11,5 por ciento). Pero además se observa un descenso acusado de los contratos temporales y de colaboración. La movilidad en el seno de la profesión continúa siendo alta, pues la mayoría de los encuestados no sobrepasa los 20 años de antigüedad en su actual medio. La televisión y la prensa ocupan a más de la mitad de los profesionales de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) (52,3 por ciento). Los empleados en gabinetes de prensa suponen un 16,7 por ciento, por delante de los que trabajan en revistas (14,2 por ciento) y radio (12,5 por ciento). Los profesionales ocupados en agencias de noticias e internet son, respectivamente, un 6,2 por ciento y un 5,2 por ciento del total.
Pero las graves preocupaciones de los profesionales no han variado respecto a años anteriores y respecto a otros sondeos ya conocidos, y éstas son la precariedad (63,6 por ciento), el intrusismo (48,6 por ciento), la baja remuneración (33,2 por ciento) y el paro (21,4 por ciento). Curiosamente el intrusismo crece como una de las principales disfunciones de la profesión, pero también el hecho de que estudiantes y becarios realicen tareas propias del personal contratado. Hoy a los periodistas les preocupa más la falta de códigos éticos que hace un año, pero también, aunque en menor porcentaje, los periodistas muestran su preocupación por el paro, la limitación de la libertad de expresión, la inseguridad profesional, la escasa organización profesional y la baja rotación y promoción de plantillas. Pero a estos problemas también unen ahora la falta de promoción profesional, la formación y la preparación de los periodistas, la falta de independencia respecto a los partidos y las instituciones y la credibilidad de los periodistas.
4. La presencia de las mujeres en la profesión
Hablamos hasta ahora de periodistas en general. Pero ¿cuál es la situación de la mujer? A nivel mundial, el 41% de los periodistas son mujeres. A nivel de Latinoamérica, el 60% de los estudiantes de programas de Periodismo también son mujeres. En España, al igual que en Andalucía, llama la atención el número de mujeres que se han incorporado a la profesión en los últimos años, pero desgraciadamente esta situación ha coincidido con el deterioro en la calidad del trabajo y con un descrédito profesional cada vez mayor. Las mujeres representan ya el 43% de los profesionales en activo. Sin embargo, el número de cargos directivos en empresas periodísticas no se corresponde con este porcentaje de presencia femenina en la profesión.
Respecto a la situación concreta que se vive en la televisión autonómica andaluza, Ana Jorge Alonso (2004: 205) escribió en su libro Mujeres en los medios, mujeres de los medios, publicado en 2004: “La práctica ausencia de las mujeres en los puestos que comportan capacidad de decisión sobre la programación mantiene una situación de dominio masculino casi absoluto en la esfera más decisiva de toma de decisiones sobre la programación. Al margen de una mayor participación femenina en la elaboración de informativos, la presencia testimonial de mujeres en las tareas de realización y como operadoras de cámara implica una traducción mediada de la realidad a imágenes desde un enfoque masculino. La presencia mayoritaria de imágenes masculinas en la programación andaluza, abrumadora en algunos espacios, como los de información deportiva, guarda correspondencia con la escasez de mujeres que participan en los procesos de toma de decisiones en la televisión autonómica andaluza”.
Hay que observar, no obstante, que esta situación se ha ido corrigiendo en los últimos años, hasta el punto de que en nuestros días la dirección de los dos canales televisivos está en manos de mujeres. La redacción de Canal Sur Televisión en 2003 la integraban 181 profesionales, de los que 101 eran hombres y 80 mujeres. Y en Canal Sur Radio -de un total de 96- 43 eran hombres y 53 mujeres. Lo que significa un 44,6% de mujeres en el primer caso y un 55,2% en el segundo. Hasta final de 2004, las redacciones de estos medios han crecido un 14% y un 11,2% respectivamente, pero también ha crecido el porcentaje de redactoras, que se sitúa en la actualidad en un 46% en el caso de la televisión y en un 55,6% en la radio pública autonómica.
La conclusión es clara: el número de mujeres periodistas que acceden al mercado de trabajo es cada vez mayor que el de hombres. La situación tampoco varía entre los estudiantes matriculados en las facultades de Comunicación de Andalucía y del resto del país. Y de este panorama es lógico deducir que el porcentaje de mujeres en las redacciones de los medios de comunicación irá creciendo de manera paulatina, así como el porcentaje de puestos de responsabilidad en manos de mujeres.
Aunque éste es el paisaje que se dibuja en un horizonte muy próximo, tampoco podemos suscribir las palabras de Carmen Morillo (2005: 10), miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía, cuando afirma que uno de cada tres periodistas hombres encuentra su primer empleo a través de familiares, amigos o conocidos, mientras las mujeres acceden mediante prácticas, becas, oficinas de empleo o el envío de currículo. Pero, desgraciadamente, la precariedad laboral no conoce género.
5. Una situación que se ha mantenido oculta
En cualquier caso, la pregunta es inevitable. ¿Desde cuándo es ésta la situación y qué fórmulas son válidas para hallar una solución? Como bien recuerda José Alonso Seco (2003: 90), el periodista en España nunca tuvo conciencia de clase ni luchó por sus derechos laborales. En este sentido, ha escrito: “La situación de los periodistas siempre se ha mantenido oculta y sólo ha estallado la polémica, hasta cierto punto –y sin mayores consecuencias-, con motivo de la Guerra de Irak y la muerte de Julio Anguita Parrado y José Couso”. Anguita Parrado fue corresponsal para el diario El Mundo sin estar en plantilla. Couso era trabajador autónomo en Atlas, contrata responsable de los servicios informativos de la cadena Telecinco. El 12 de abril de 2003, la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) denunció en un comunicado que, con la misma precariedad e inseguridad laboral que Couso y Anguita Parrado, trabajaban alrededor del 47 por ciento de los informadores en España y “si gran parte de la opinión pública lo desconoce es por la cortina de silencio que los propios medios extienden sobre nuestras reivindicaciones”.
Los periodistas, en efecto, muestran una incoherente resistencia a la organización y participación tanto en la vida política como sindical. El argumento esbozado en demasiadas ocasiones de que la independencia y la neutralidad del periodista es su mejor pasaporte para viajar por la profesión, posiblemente ya haya caducado. Los índices de afiliación a sindicatos son ridículos. Para colmo, los sindicatos de clase y los sindicatos profesionales de periodistas se enfrentan entre sí buscando huéspedes en este mercado lacrado. La existencia, además, de múltiples organizaciones –sindicatos, asociaciones de la prensa, colegios de periodistas, asociaciones de periodistas especializados o agrupaciones independientes- muestra un mapa confuso de intereses y de soluciones.
El problema, además, se prolonga en que los colegios de periodistas carecen, como les ocurre a las asociaciones de la prensa, de la capacidad legal y negociadora que poseen los sindicatos en el plano laboral, por lo que la labor de colegios y asociaciones se ha de complementar con la de éstos últimos.
Francisco Sierra (2005) ha escrito: “En efecto, España es uno de los pocos países europeos en los que la protección de los informadores brilla por su ausencia. No existen marcos reguladores para la defensa del derecho a la información”. Es cierto, y esta situación ha hecho que la precariedad laboral avance sin tropiezos por las arenas de la profesión. Pero tampoco los profesionales europeos han escapado a la red de la precariedad laboral. Los periodistas italianos han protagonizado en los últimos años algunas movilizaciones. En 2000 fueron más de cinco las huelgas realizadas por la Federación Nacional de la Prensa, con 11.000 profesionales afiliados por el incremento de la precariedad con las nuevas tecnologías. El 11 de abril de 2001 se cerraba un año de huelgas para la firma del convenio y cláusulas que regulan la situación de los colaboradores. En noviembre de 2002 los problemas de la concentración y la falta de libertad paralizaron con una nueva huelga el sector. El 10 de junio de 2003 Italia no recibía noticias durante 24 horas en protesta por la política de medios de comunicación del presidente Silvio Berlusconi (Alonso Seco: 3003, 94). También a finales de abril de 2006 volvían a manifestarse los periodistas italianos por la misma razón: contra la precariedad laboral y a favor de contratos dignos.
Los periodistas franceses también se han movilizado y dejaron a sus vecinos sin prensa en 1996 y 1998 por la supresión de beneficios fiscales. El 22 de octubre de 1999 Marruecos vivía la primera huelga de periodistas de su historia relacionada con la aplicación del convenio y también hubo movilizaciones de periodistas en Egipto (1995), Suecia (1996) y Grecia (1995), entre otros países del mundo (Alonso Seco: 2003: 20). Pero no en España.
Parece que aquí no ocurre nada, que el periodista no es capaz de analizar su propia realidad y mucho menos hacer frente a esta situación. La única huelga de periodistas en España data del año 1919. En los últimos años, los periodistas españoles no se han movilizado. Sólo en los medios públicos, donde los sindicatos están mejor representados, los profesionales se han mostrado más fuertes. En este sentido, José Alonso Seco señala (2003: 95): “No es casual que sea en los medios públicos donde más frecuentemente son las movilizaciones, ya que la precariedad es más grave en los privados. En cualquier caso, no parece probable que quienes peor se encuentran laboralmente puedan participar en cualquier iniciativa coordinada en defensa de sus intereses. Tienen poco que perder, pero temen perderlo”.
6. El corporativismo en España
En España no hay corporativismo en la profesión y, como añadiría José Alonso Seco, “ni siquiera frente a sus graves condiciones laborales” (2003: 95). Los distintos estudios realizados hasta el momento muestran un bajo índice de afiliación. Periodistas de Cádiz. Informe sociológico sobre la profesión periodística en la provincia de Cádiz (2004: 71) señala que la afiliación a un sindicato está relacionada con la edad. Es decir, cuanta más edad tiene el periodista o más años lleve en la profesión, se detecta un mayor nivel de sindicación. Hay cuatro veces más afiliados en los medios públicos que en los privados y se da una mayor afiliación en la radio y en la televisión y menor en la prensa escrita. La afiliación corre pareja con la existencia o no de convenio en la empresa donde se trabaja. El 8% de los periodistas encuestados ha sido o es representante laboral en su empresa.
En el informe Periodistas locales elaborado por la profesora de la Universidad del País Vasco María José Cantalapiedra, el 88% de los encuestados responde que no está afiliado a ningún sindicato ni colegio profesional y esgrime dos razones. Primera: desconfianza en la utilidad de estar afiliado. Segunda: muchos periodistas no quieren que se les vincule a ninguna opción política. Asimismo, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid muestra que el 80,3% de los periodistas entiende que el nivel de sindicación y organización no es el adecuado (2005: 35).
Sin lugar a dudas, esta falta de corporativismo, que se traduce en una baja afiliación sindical, se muestra como uno de los grandes vacíos a complementar para dirigir a buen rumbo el futuro de la profesión. El 20 de junio de 2006, con motivo del centenario del nacimiento de la Asociación de la Prensa de Málaga, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, hizo mención a la iniciativa del acuerdo alcanzado por la Federación Española de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) y la Federación de Asociaciones de la Prensa de Andalucía (FAAP) con los sindicatos CC OO y UGT para luchar contra la precariedad laboral. Pero también fue contundente al respecto: “… sin duda, la manera más eficaz de combatir la precariedad es la que ha sido siempre: me refiero a la unidad, a la sindicación, a la asociación. Sé que no cuentan con una tradición muy sólida ni una aceptación muy generalizada entre los periodistas españoles, pero les seré sincero: no se me ocurre nada mejor”.
7. Precariedad laboral y producción periodística
La situación profesional todavía se agrava más, pues la precariedad laboral condiciona los códigos éticos del periodista pero también las rutinas de trabajo en la elaboración de las informaciones. Las nuevas tecnologías, como ya se ha dicho, han incidido agravando y cercenando aún más la calidad de la producción periodística. En marzo de 2006 el corresponsal del diario ABC en Washington, Pedro Rodríguez, informaba de un ambicioso estudio realizado por un instituto norteamericano asociado a la Universidad de Columbia. Una de sus conclusiones decía que aumenta el número de medios de comunicación gracias a Internet, pero al mismo tiempo decrecen los contenidos originales y las coberturas periodísticas en profundidad. Y añadía que esta paradoja está basada en un círculo vicioso en el que los medios reaccionan ante menores ingresos congelando las plantillas y los presupuestos de sus respectivas redacciones.
La precariedad laboral a la que se enfrentan muchos trabajadores de los medios de comunicación y el uso que las empresas hacen de los becarios ponen en peligro la calidad de la información, pues, como ya se ha dicho, se ofrece un producto que carece del adecuado proceso informativo. Como consecuencia, no sólo hablamos de procesos de explotación laboral, sino de atentados contra la calidad informativa. Joseph Carles Rius, subdirector de La Vanguardia, se ha lamentado de que las empresas periodísticas se aprovechen del exceso de oferta para conseguir mano de obra barata en situaciones de clara explotación de salarios y horarios de trabajo. A esta masiva demanda, desde luego, no ayuda la concentración de medios de comunicación, pues cierra los espacios a nuevas incorporaciones y estrecha los márgenes de libertad de expresión.
De cualquier manera, los efectos de esta precariedad laboral son patentes en otros muchos aspectos, tal como ya denunció en su Manifiesto Fundacional el Sindicato de Periodistas de Madrid. En muchas empresas periodísticas no existe convenio colectivo y sus ordenanzas laborales son obsoletas; la jornada laboral no se respeta de manera sistemática y los colaboradores y freelances se ven a menudo forzados a trabajar sin contrato y sin cobertura legal alguna. A estas circunstancias hay que sumar otras necesidades: la regulación de las prácticas de licenciados y no licenciados y de la actividad de los horarios universitarios; la regulación de la figura del periodista al servicio de las Administraciones Públicas; la regulación y cumplimiento de los derechos de autor de todos los periodistas; defensa de la existencia de medios públicos de comunicación, de su objetividad y pluralismo informativos y de un sistema transparente y profesional de acceso a los puestos de trabajo; Consejos de Redacción, regulados por Estatutos de Redacción, en los medios de comunicación y vigencia de un Código Deontológico.
A esta situación descrita, la OPI (2000), en su informe Radiografía de la profesión periodística, advierte de que la precariedad laboral facilita el control ideológico de los profesionales: “Ante la debilidad de la relación contractual, el periodista puede verse forzado, y de hecho se ve forzado, a escribir al dictado, bajo presiones políticas y económicas. El periodista termina por convertirse en un periférico más del ordenador con el que trabaja. Los criterios profesionales y deberes éticos de los periodistas son pisoteados cada día en la antesala de la redacción”. Como consecuencia, la conclusión final, según la OPI, es que el ciudadano no recibe información, sino desinformación y manipulación.
El 3 de mayo de 1996 la FIP celebraba el Día Internacional de la Libertad de Expresión destacando en París con un eslogan que no daba lugar a dudas: “No puede haber libertad de prensa si los periodistas trabajan en condiciones de pobreza, corrupción y miedo”. Todavía hoy, en muchos países del mundo, los periodistas luchan por uno de los derechos más básicos como es la libertad de expresión y no sufrir represalias por ello. Pero en las sociedades democráticas la libertad de expresión encuentra en las condiciones laborales de los periodistas un obstáculo incuestionable si pretendemos que la salud de la profesión no se deteriore todavía más. La precariedad laboral no sólo deteriora la calidad de la producción informativa, sino que también promociona los mecanismos de corrupción. En México, se ha creado una figura que no tiene paralelismo en ningún otro país. Se tarta de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra Periodistas. Este organismo no sólo estudia los casos de periodistas asesinados o amenazados en el país y los distintos métodos de atentar contra la vida y la profesionalidad de los periodistas, sino también las corruptelas y sobornos en los que los profesionales se ven voluntariamente sumergidos como consecuencia de la precariedad laboral.
8. “Mi precariedad es tu desinformación”
Silvia Pellegrini (1989: 74) muestra con rotundidad que el trabajo del periodista y su papel en la sociedad no es otro que “inquirir, recolectar, elaborar, transmitir y recibir la imagen procesada de un hecho real, comprobable, situada en el tiempo y el espacio, que implique alguna modificación de interés para la vida social y que posibilite a los seres humanos ratificar o modificar su actuar, sentir u opinar libremente”. No obstante, y a tenor de cuanto se ha expuesto, cabe preguntarse si hoy los periodistas pueden ejercer la profesión en las condiciones que esgrime Pellegrini. Desgraciadamente, el horizonte hacia donde nos dirigimos no nos permite ser optimistas. Una frase reivindicativa del Sindicato de Periodistas de Andalucía (SPA) y de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) reza así: “Mi precariedad es tu desinformación”.
Hispanoamérica tampoco escapa a este desalentador paisaje. Óscar Ordóñez (2005), en un trabajo en el que encuestó a 182 periodistas de once países latinoamericanos, expone algunas conclusiones que no nos son ajenas. La mayoría de los periodistas de América Latina (84%) trabajan contra el tiempo y disponen de menos de cuatro horas para entregar sus notas de prensa, por lo que apenas tienen tiempo para elaborar una información bien fundamentada. Son periodistas de escritorio más que de calle. El 56 % de su tiempo de trabajo lo pasan en la oficina. Su jornada laboral se puede extender incluso a doce horas de trabajo continuo. Casi todos prefieren la entrevista exclusiva como fuente primordial de información, por encima de la rueda de prensa o los documentos que existan sobre un determinado tema. La tendencia revela, pues, que tenemos periodistas de escritorio. De ahí que su cansancio sea consecuencia de las largas horas de trabajo que permanecen frente a sus ordenadores.
La situación en España, aún a falta de estudios concretos, no debe variar demasiado. Pero hay otro factor que incide considerablemente en las rutinas de trabajo de los periodistas y, sobre todo, en su credibilidad. Hablamos del periodismo de declaraciones, de un periodismo programado en el que el aspecto imprevisible que define a la noticia luce por su ausencia. Aún es peor si se trata de cubrir una conferencia de prensa en la que no hay preguntas, en la que el periodista no tiene nada que preguntar y, como consecuencia, nada que decir. José Miguel Larraya (2006: 17) ha escrito: “El ejemplo más sangrante, que se reitera en todos los ámbitos de la vida pública, es el de las conferencias de prensa sin preguntas. Algo así como ser invitado a un banquete para ver cómo come la mesa presidencial. Y lo mejor de todo es que esa ceremonia mediática se llena de micrófonos de periodistas que asisten y cámaras que registran el acto. No encontramos estudios que documenten el origen de este sucedáneo de periodismo, pero puedo dar fe de que se practica en todo el espectro político”. Y añade: “Las ruedas de prensa sin preguntas son, como las cervezas sin alcohol, una necesidad del mercado”.
Todos estos factores inciden, obviamente, no sólo en el deterioro de la profesión, sino también en la falta de credibilidad que ofrecen los periodistas. Las nuevas tecnologías abren otras posibilidades de llegar al ciudadano y los medios de comunicación ensayan también nuevas fórmulas para que sus gastos no sean una merma económica ni supongan otros costes añadidos. Por ejemplo, Soledad Puente (1999), directora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile, cuestiona el papel del periodista cuando Internet sea una alternativa de comunicación verdaderamente masiva. Para Puente, 1998 fue el año en que pudimos comprobar ya cómo las fuentes informativas usaron este medio para tomar contacto directo con los usuarios, informaciones que llegaron al público antes que a los medios tradicionales, pseudoperiodistas con espacios más visitados que otros medios de prestigio, páginas con maneras propias de combinar la información y las potencialidades de Internet, y medios tradicionales “apostando acerca de su papel frente a esta nueva tecnología”. Como botón de muestra cabe recordar que la semana del 9 de noviembre de 1998 el príncipe Carlos de Inglaterra abrió su portal oficial en Internet con 354 páginas de información. El primer día tuvo 1.750.000 visitas de todas partes del mundo.
Como consecuencia, la red permite a la fuente informativa convertirse en medio, tomar la labor informativa en sus manos de acuerdo con sus propios objetivos, de manera que la información fluye directamente de las autoridades a sus ciudadanos. Sin embargo, esta alternativa, según Soledad Puente, plantea al ciudadano el problema de la desinformación, pues la experiencia profesional indica que las autoridades no publican aquello que les perjudica. Y concluye: “La evaluación corresponde al periodista. La selección también. Alguien con experiencia y conocimiento debe señalar al público qué parte de la información difundida por la fuente tiene valor para la toma de decisiones”.
A la situación laboral que padece, hay que sumar este otro aspecto: el papel del periodista queda en entredicho, porque la información vive una nueva revolución y los medios ofrecen sus espacios a los contenidos creados por la gente de la calle. Bárbara Celis (2006: 43) , en “Todos somos periodistas” ha escrito: “El concepto wiki –base de la enciclopedia on line más consultada del planeta, Wikipedia- consiste en crear páginas webs en las que los internautas pueden escribir, corregir o editar contenidos. Como con el software libre Linux. De esta forma se facilita la escritura colaborativa. Y en un mundo que está viendo cómo el ciudadano corriente se transforma en productor de noticias, parece más pertinente que el encuentro del periodismo ciudadano se celebre al amparo del universo wiki. Si se democratiza el conocimiento hasta el punto de que todo el saber humano está al alcance de un click, ¿por qué no tratar a cualquiera como periodista si existen las herramientas para poder ejercer como tal?”
Bárbara Celis recoge en su reportaje unas declaraciones de David Sifry, fundador de Technorati. Dice que él ha visto a través de un buscador creado en 2002 cómo en el último año los blogs han crecido de 13 a 150 millones. Y algunos, como Ohmynews.com, cuentan con 40.000 colaboradores repartidos por todo el mundo. Dice Sifry: “Muchos blogs son capaces de producir informaciones tan elaboradas y bien hechas como las de los grandes medios. También hay mucha basura, pero cuando la oferta crece tanto, también hay mucho más donde elegir. Y en cuanto las herramientas para la creación de vídeos se simplifiquen un poquito más, lo que ha ocurrido con los blogs, que ya han dejado de ser despreciados por la prensa tradicional para pasar a tomar un papel relevante en la información, podría llegar a ocurrir con los video blogs”. Por el contrario, Dan Gillmor, director del Center for Citizen Media, considera que la prensa tradicional va a seguir siendo necesaria: “Los bloggers no quieren sustituir a los periodistas. Lo que pasa es que todos tenemos historias que contar. Y es inherente al ser humano el querer hacerlo. Pero los periodistas deberían celebrar la participación ciudadana en la creación de noticias y preocuparse más bien por el futuro de la publicidad, ya que viven de los anunciantes y ellos son los que realmente les pueden hacer daño buscando audiencias en nuevas plataformas”.
Koldo Meso y Díaz Noci (2005) también comparten este principio de que los medios de comunicación y los periodistas tradicionales han perdido su monopolio sobre la función informativa. De manera que, por primera vez, “el periodismo profesional ve que se le escapa la gestión del espacio público y que tiene que compartirlo con cualquier ciudadano de a pie; gente que no duda en utilizar un sinfín de herramientas a su alcance para escribir con plena libertad sobre cualquier materia”.
Estos autores recuerdan que, a finales de este mes de enero, el rotativo bilbaíno El Correo se convirtió en el primer diario en invitar a sus lectores, además de a leerlo, a escribirlo. Desde sus páginas, se animaba a los lectores a opinar, quejarse, sugerir temas, hacer críticas de cine, escribir noticias. Pero no sólo eso: también a anunciar sus fiestas, mostrar sus fotos, localizar a una vieja amistad, pedir ayuda o entrevistar a un famoso.
Puede parecer un disparate, pero no lo es. Las nuevas tecnologías facilitan no sólo el acceso más rápido y ágil a la información, sino también el hecho de que el propio lector se convierta en periodista desde el insólito e inesperado escenario de los hechos, bien cuando cruza las calles de Nueva York y dos aviones se estrellan contra las Torres Gemelas o bien cuando el descanso estival en un país asiático le sorprende con los estragos de un tsunami. La noticia exclusiva, a diferencia de la rueda de prensa, no se puede programar para un día concreto con el objetivo de convocar a los periodistas.
Desde luego, hay otro factor que también influye y es que la gente comienza a sentirse insatisfecha con el contenido de los medios tradicionales. Algunas investigaciones demuestran que los reporteros españoles han evolucionado hacia un periodismo menos informativo, más trivial y sensacionalista, en el que la investigación queda relegada a un lugar secundario. Además, buena parte de la información que se publica en los medios procede de agencias de noticias, de oficinas de prensa de las administraciones o instituciones y distintos centros de documentación.
Pero la nota de color más insólita en este paisaje nos la ha contado Andrés Aguayo (2006: 10). Al parecer un ordenador puede escribir noticias económicas en 0,3 segundos. Aguayo escribe: “Se acabaron las excusas para el reportero que no acaba su artículo a tiempo. La máquina lo hará más rápido que él y sin errores. Thomson Financial, una empresa financiera estadounidense, utiliza desde marzo de este año un software que elabora noticias económicas sobre los resultados de una compañía tres décimas de segundo después de que se dan a conocer”. Esta noticia fue publicada el 12 de agosto de 2006 y redactada totalmente por el programa de Thomson: “”Wall Street espera que las ganancias de Royal Caribbean Cruises (RCC) para el tercer trimestre sean menores que las proyectadas, con un precio de acción promedio de 1,56 dólares. Los analistas estiman que las ganancias promedio de RCC serán de 1.624 millones de dólares. El consenso de los analistas es de comprar acciones en esta compañía”. El teletipo incluía además los pronósticos para los próximos meses sobre las fluctuaciones en el precio de las acciones, el historial financiero de la compañía y el análisis de la fiabilidad de las predicciones de Thomson sobre esa compañía durante los últimos años.
La pregunta se hace inevitable: ¿Sustituirán las máquinas a los periodistas? Santiago Pérez, corresponsal de la agencia Dow Jones para España y Portugal, es contundente: “Nunca. Aunque en el mundo bursátil, incluidas las noticias, se tiende a la automatización, siempre se necesitarán periodistas para analizar los datos y las tendencias futuras, en particular si es información que una empresa no esté particularmente interesada en dar a conocer” (Aguayo, 2006: 10).
9. A modo de conclusión
Con toda probabilidad las máquinas no podrán sustituir al periodista, pero ciertamente las nuevas tecnologías tampoco ayudan a que el ejercicio del periodismo se fundamente en la verificación de hechos, contraste de fuentes informativas y publicación de noticias ciertas y novedosas. Las empresas informativas sólo buscan un espacio en el mercado y su fin ya no es la defensa de los derechos sociales de la comunicación, sino los beneficios rápidos y jugosos que ofrece la coyuntura económica. Por eso no cuenta con los profesionales a la hora de definir su estrategia informativa. El periodista, lejos de luchar por su papel protagonista en esta carrera de fondo, ha quedado relegado en una esquina de la redacción. La precariedad laboral ha minado su iniciativa profesional, ha creado rutinas de trabajo en las que la iniciativa del profesional destaca por su ausencia: conferencias de prensa sin preguntas, periodismo de declaraciones, noticias programadas. El periodista, sin tiempo libre y sin conciencia de clase, sin estar afiliado a organización alguna, se pierde en un panorama que le han diseñado, y no precisamente a su medida. José Miguel Larraya se pregunta: “¿La solución? Hacer periodismo”. Posiblemente ahí esté la clave. En que sin habernos dado cuenta, aún sigamos hablando de una profesión que se nos escapa por los descosidos del pasado sin que todavía seamos capaces de advertir los peligros que nos conducen al futuro. Porque si no actuamos a tiempo y unidos, concienciados de nuestros problemas, podemos correr el riesgo un día de mentir conscientemente a nuestras madres, como ya nos recordó Rodolfo Serrano, y hacerlas creer que aporreamos el piano sin piedad en un prostíbulo cualquiera.
10. Reseñas bibliográficas y hemerográficas
Rodolfo Serrano es un periodista a quien los periodistas de las nuevas generaciones no conocen. Eso sí, conocen a su hijo, el cantautor Ismael Serrano, para quien escribe la letra de alguna canción. Y también por una frase apócrifa que posiblemente escucharon de sus profesores o de su jefe de redacción cuando se iniciaron en el oficio y que le hizo famoso muy a su pesar. La inmortal frase decía así: “No digáis a mi madre que soy periodista, la pobre cree que soy pianista en un prostíbulo”. La frase, desde luego, es una descripción viva de aquel periodismo romántico que murió con los primeros años de la democracia. Ahora explica la historia de aquella frase en un libro que ha publicado con un título que no pasa desapercibido: Un oficio de fracasados. Libelo pro y contra el periodismo. El libro está plagado de anécdotas, de condenas y de nostalgia. A fin de cuentas, toda vida y todo libro de todo buen periodista es un plato que suele contener estos tres ingredientes.
Pero ese periodismo que describe Rodolfo Serrano en su libro, como tantos otros periodistas han hecho también, es una huida personal al pasado, a un tiempo pretérito que quizás comparta pocos puntos afines con el presente y ninguno con el tiempo futuro. Éste, como otros, es un libro que muestra las huellas por las que anduvieron otros periodistas, pero que, miradas hoy sin nostalgia, nos muestran las secuelas de un mundo que nunca supimos o creímos si fue mejor. Desde luego, el diagnóstico de nuestros días es bien diferente.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) han obligado al periodista tradicional a una forma diametralmente distinta de hacer periodismo. Este desarrollo tecnológico ha puesto de manifiesto la aparición de nuevos medios. La profesión periodística atraviesa un momento de crisis, pero también de cambio y de oportunidades. Distintos informes muestran una radiografía de difícil diagnóstico y terapia.
De una encuesta realizada por la Asociación de la Prensa de Madrid en 2005 entre periodistas miembros de la FAPE, según se recoge en el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 (2005: 29), se deduce que el perfil medio del periodista en España es así: licenciado en Periodismo, que no desea cambiar de profesión (63,1 por ciento), con menos de 20 años de trabajo en los medios de comunicación y que considera la precariedad laboral y el intrusismo como las principales disfunciones de la profesión. Estos mismos profesionales (79 por ciento) consideran que la imagen social de la profesión es regular, mala o muy mala.
Otros estudios, con semejantes resultados, ponen de relieve que la precariedad laboral condiciona la autonomía e independencia de los profesionales y, como consecuencia, pone en peligro el libre ejercicio de los derechos sociales de la comunicación. La precariedad laboral, además, ha creado nuevas rutinas de trabajo en detrimento de la calidad informativa, que se sustentan en un mínimo manejo de fuentes –generalmente institucionales- en la elaboración de los textos, informaciones no contrastadas ni verificadas, un léxico cada vez más pobre y un uso muy limitado de géneros periodísticos. Tal vez ya es el momento de hacer un balance o, al menos, de acercarnos a esta realidad que puede amenazar el futuro y el ejercicio libre de esta profesión. Éste es quizás el reto de los nuevos profesionales de la información.
2. El periodista en el umbral del siglo XXI
Manuel Vicent (2006: 57) ha escrito: “Cuando dentro de 100 años los habitantes del futuro, que tal vez nacerán ya con las orejas puntiagudas, quieran saber cuáles fueron nuestros sueños y pasiones, por qué moríamos y matábamos, qué rostro tenían nuestros héroes y villanos, deberán conocer los nombres de los grandes testigos de esta época, que han sido y siguen siendo algunos periodistas. Como en el siglo de oro fueron los dramaturgos, en el XVIII los enciclopedistas y en el XIX los novelistas burgueses, el periodismo es el género literario que define nuestro tiempo”.
En efecto, los periodistas no han sido los protagonistas del siglo XX, pero sí han sido quienes han dado fe de cuanto ha acontecido en estos cien años y, posiblemente, de cuanto siga ocurriendo en el siglo XXI. Acaso los periodistas hayan dejado en sus testimonios escritos, orales y gráficos las huellas de una vida que se les fue sin que apenas tuvieran tiempo de atraparla con la pluma o con el flash, pero también, y por distintas razones que más adelante analizaremos, no supieron esbozar su propio perfil, el infierno de sus vidas y el paraíso de sus sueños, las horas de descanso u ocio truncadas frente a una vieja olivetti o frente al moderno ordenador; en fin, los días arrojados sin límites a los cestos de una profesión que todavía hoy idolatramos pero que cada vez más se nos muestra tal cual es.
Los profesionales de la información no han sabido estar a la altura de sus propias circunstancias, no han tomado conciencia de clase, han sucumbido a la precariedad laboral que, poco a poco, ha oxidando sus sueños de celuloide. Las empresas periodísticas les han arrinconado a la hora de definir qué tipo de periodismo es preferible hacer, han buscado mecanismos propios para la selección de su personal, a través de masters y cursos especializados promovidos por la propia empresa, obviando y marginando los títulos de los egresados de las facultades de Comunicación de toda España.
Enrique de Aguinaga (2000), por ejemplo, escribe que “el siglo XX ha estado recorrido, de cabo a rabo, por el debate de la profesionalización del ejercicio del periodismo, debate que todavía no ha llegado a una conclusión y conclusión que no se avizora, náufraga en un mar de confusiones”. Rodeada de ditirambos y dicterios, la profesión periodística es consecuencia de la aparición de la empresa periodística, fruto a su vez del desarrollo tecnológico y de la organización del trabajo periodístico, que desembocaría en la figura del periodista como trabajador asalariado. Hohenberg señala que la profesionalización del periodismo comienza hacia 1920 en Estados Unidos y a lo largo del periodo de entreguerras en Europa. Lejos ya de aquellos pedregosos caminos que alumbraban con sus escritos Eugenio Sellés y Juan Valera, entre otros, y adentrados ya en las amplias avenidas del siglo XXI no contamos aún con una definición legal de periodista. Papelista, escritor periódico, diarista, gacetero, gacetista, reportero, informador, redactor, comunicador. Como nos recuerda De Aguinaga, otros tantos sinónimos podrían valer.
Las opiniones al respecto y sobre el devenir de la profesión no encuentran consenso entre los investigadores. Fernández Areal y Canga Larequi son optimistas cuando miran al futuro. Carlos Soria (1992), sin embargo, entiende que la profesión, tal como la conocemos hoy, es una especie en vía de extinción y José Luis Martínez Albertos, pionero de esta visión apocalíptica de la profesión, ha profetizado que la prensa escrita desaparecerá en el año 2020 (1997: 23-24), que hay que redefinir el perfil del periodista y las exigencias profesionales de la comunicación, así como su formación académica; al mismo tiempo afirma que irán desapareciendo las pautas deontológicas propias del periodismo tal y como hoy lo entendemos (2001:24-25).
José Manuel Alonso (2003: 190) ha escrito: “Para entender todas estas dificultades es suficiente con recordar que después de tres siglos de existencia del ejercicio periodístico, y tras un siglo largo de asociacionismo de los periodistas, aún se habla –sin ponerse de acuerdo- de la necesidad de definir qué es ser periodista, y su profesionalización sigue ofreciendo dudas y diferencias según países y medios. Esto demuestra la necesidad de cuantos aquí estamos, los periodistas o los que vais a serlo, podamos unirnos para defender una profesión que, más que nunca, necesita del trabajo y la entrega de los profesionales…”.
Mejorar las condiciones laborales e incrementar la autonomía e independencia profesional de quienes trabajan en los medios pasa, antes que nada, señala Hugo Aznar, por reconocer que el periodismo es una profesión, una exigencia que aún en nuestros días es cuestión de debate. Como escribe este mismo autor, la complejidad del mundo actual requiere periodistas adecuadamente preparados. Como consecuencia, no se puede seguir afirmando que éstos no necesitan una preparación específica. Aznar (2005: 146) puntualiza en este sentido: “… a principios del siglo XX algunos intelectuales y periodistas comenzaron a percibir la correlación clara entre calidad del trabajo, compromiso ético y formación específica de los periodistas. A las puertas de las sociedades de la información del siglo XXI parece natural la exigencia de cualificación de los periodistas, tal y como la puede avalar un título universitario”.
Pero también es cierto que todavía queda por debatir si esa exigencia social debe convertirse también en una exigencia legal, como ocurre con otras profesiones, de manera que sea imprescindible poseer el título universitario correspondiente para ejercer de periodista, o bien si debe permanecer como una exigencia deontológica más de la profesión. En este sentido, Hugo Aznar advierte que la exigencia legal de titulación para ejercer el periodismo podría fomentar un cierto corporativismo profesional en el mundo de la comunicación (Aznar, 2005: 148-149).
No obstante, para este autor, la exigencia deontológica de titulación universitaria debería tener un efecto directo e inmediato en la mejora de las condiciones laborales y salariales de los periodistas. Desde luego, la situación actual del mercado laboral periodístico no está tan influida por el intrusismo como en ocasiones se afirma. España está a la cabeza del mundo en número de personas con formación en comunicación trabajando en los medios. Puede afirmarse, por tanto, que este aspecto de la profesionalización del periodismo está logrado. En cambio, los problemas relacionados con la precariedad y el deterioro sociolaboral de la profesión ocupan los primeros lugares en las encuestas y las investigaciones. Para Aznar (2005: 156), la definitiva profesionalización del periodismo, y como consecuencia su mejora ética, pasa por lograr un entorno sociolaboral estable y digno. Pero este logro no depende de exigir legalmente la titulación, sino en la existencia de organizaciones profesionales fuertes, capaces de aunar los intereses y demandas de todos los periodistas y de unir sus fuerzas por conseguir unas reivindicaciones comunes.
3. De la precariedad laboral
El papel protagonista del periodista en la producción informativa se fue reduciendo en España a partir de la década de los años ochenta, momento en el que también el deterioro laboral inicia su ascenso. Ningún estudio a nivel nacional nos muestra todavía datos concretos sobre la precariedad laboral en la profesión, pero algunas investigaciones dan fe de la situación, tales como las realizadas por la Asociación de la Prensa de Cádiz, la Asociación de la Prensa de Madrid, el Colegio de Periodistas de Cataluña, la Asociación de la Prensa de Aragón o la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Santiago de Compostela.
Ya en el año 2000, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con ocasión de un simposio sobre tecnologías de la información celebrado en Ginebra, hizo público un documento informativo para el Coloquio sobre las relaciones de la información en las industrias de los medios de comunicación y del espectáculo: sus repercusiones en el empleo, las condiciones de trabajo y las relaciones laborales. Según este informe, en España, a pesar de que ha habido un descenso en la fuerza laboral en los diarios en un 15%, entre 1992 y 1994, “el porcentaje de personal dedicado a la redacción ha subido del 37 al 46% y la proporción de mujeres aumentó del 27 al 29,5%”. Muestra el informe cómo el exceso de información se ha convertido en un riesgo profesional para los periodistas a tiempo completo. El correo electrónico es el principal culpable, pues los buzones electrónicos reciben un flujo constante de datos, comunicados de prensa, publicaciones en red, memorandos internos y cartas a los lectores. El dato más extraordinario del informe de la OIT es que no sólo bajó el número de trabajadores que se necesitan en una redacción, sino que estos profesionales se enfrentan cada día a nuevos retos profesionales y nuevas rutinas de trabajo: se encargan de clasificar temas o preparar guiones para distintos tipos de formatos, como la radio, la televisión y la red, y para diferentes medios (López Hidalgo y Mellado Ruiz, 2006: 162).
Desde la realización de este informe de la OIT hasta el último estudio publicado sobre la realidad profesional de los periodistas, la situación se ha deteriorado considerablemente, y de momento no se vislumbran parámetros que permitan observar con esperanza un futuro mejor. Pedro Farias (Farias Batle: 2005: 19), sin embargo, es más optimista, y entiende que nunca como hoy “el profesional de la información ha tenido mayor consideración social”. Y añade que esto se pone de manifiesto en la aparición de nuevos medios, en el auge de la comunicación y en la creciente demanda de los estudios de Periodismo. Según Farias, debemos entender la actual crisis profesional “como una situación de cambio y oportunidad”, en tanto que el escenario mediático está sometido a profundas transformaciones: se multiplican los periódicos gratuitos y se pone en marcha el marco legal que afectará a la regulación y emisiones de televisión con la entrada en el mercado de nuevos operadores y nuevos medios.
No obstante, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid muestra a los cuatro vientos una situación insostenible: un 79 por ciento de los encuestados entienden que la imagen pública de los periodistas es regular, mala o muy mala; consideran el intrusismo como una de las principales disfunciones, pero para la mayoría de los periodistas los principales problemas de la profesión son la precariedad laboral y la falta de códigos. Para los encuestados, la radio es el medio de mayor credibilidad. El estudio detecta también un alto grado de satisfacción en el desempeño de la profesión, pues ninguno la dejaría, aunque sí cambiaría de medio. Pero, sobre todo, consideran necesario defender su imagen pública denunciando las actividades que la perjudican.
Algunos otros datos ayudan a ver una radiografía de la profesión más concreta. Por ejemplo, cada día es más frecuente el contrato indefinido (68,8 por ciento), aunque también gana terreno la opción de los autónomos (11,5 por ciento). Pero además se observa un descenso acusado de los contratos temporales y de colaboración. La movilidad en el seno de la profesión continúa siendo alta, pues la mayoría de los encuestados no sobrepasa los 20 años de antigüedad en su actual medio. La televisión y la prensa ocupan a más de la mitad de los profesionales de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) (52,3 por ciento). Los empleados en gabinetes de prensa suponen un 16,7 por ciento, por delante de los que trabajan en revistas (14,2 por ciento) y radio (12,5 por ciento). Los profesionales ocupados en agencias de noticias e internet son, respectivamente, un 6,2 por ciento y un 5,2 por ciento del total.
Pero las graves preocupaciones de los profesionales no han variado respecto a años anteriores y respecto a otros sondeos ya conocidos, y éstas son la precariedad (63,6 por ciento), el intrusismo (48,6 por ciento), la baja remuneración (33,2 por ciento) y el paro (21,4 por ciento). Curiosamente el intrusismo crece como una de las principales disfunciones de la profesión, pero también el hecho de que estudiantes y becarios realicen tareas propias del personal contratado. Hoy a los periodistas les preocupa más la falta de códigos éticos que hace un año, pero también, aunque en menor porcentaje, los periodistas muestran su preocupación por el paro, la limitación de la libertad de expresión, la inseguridad profesional, la escasa organización profesional y la baja rotación y promoción de plantillas. Pero a estos problemas también unen ahora la falta de promoción profesional, la formación y la preparación de los periodistas, la falta de independencia respecto a los partidos y las instituciones y la credibilidad de los periodistas.
4. La presencia de las mujeres en la profesión
Hablamos hasta ahora de periodistas en general. Pero ¿cuál es la situación de la mujer? A nivel mundial, el 41% de los periodistas son mujeres. A nivel de Latinoamérica, el 60% de los estudiantes de programas de Periodismo también son mujeres. En España, al igual que en Andalucía, llama la atención el número de mujeres que se han incorporado a la profesión en los últimos años, pero desgraciadamente esta situación ha coincidido con el deterioro en la calidad del trabajo y con un descrédito profesional cada vez mayor. Las mujeres representan ya el 43% de los profesionales en activo. Sin embargo, el número de cargos directivos en empresas periodísticas no se corresponde con este porcentaje de presencia femenina en la profesión.
Respecto a la situación concreta que se vive en la televisión autonómica andaluza, Ana Jorge Alonso (2004: 205) escribió en su libro Mujeres en los medios, mujeres de los medios, publicado en 2004: “La práctica ausencia de las mujeres en los puestos que comportan capacidad de decisión sobre la programación mantiene una situación de dominio masculino casi absoluto en la esfera más decisiva de toma de decisiones sobre la programación. Al margen de una mayor participación femenina en la elaboración de informativos, la presencia testimonial de mujeres en las tareas de realización y como operadoras de cámara implica una traducción mediada de la realidad a imágenes desde un enfoque masculino. La presencia mayoritaria de imágenes masculinas en la programación andaluza, abrumadora en algunos espacios, como los de información deportiva, guarda correspondencia con la escasez de mujeres que participan en los procesos de toma de decisiones en la televisión autonómica andaluza”.
Hay que observar, no obstante, que esta situación se ha ido corrigiendo en los últimos años, hasta el punto de que en nuestros días la dirección de los dos canales televisivos está en manos de mujeres. La redacción de Canal Sur Televisión en 2003 la integraban 181 profesionales, de los que 101 eran hombres y 80 mujeres. Y en Canal Sur Radio -de un total de 96- 43 eran hombres y 53 mujeres. Lo que significa un 44,6% de mujeres en el primer caso y un 55,2% en el segundo. Hasta final de 2004, las redacciones de estos medios han crecido un 14% y un 11,2% respectivamente, pero también ha crecido el porcentaje de redactoras, que se sitúa en la actualidad en un 46% en el caso de la televisión y en un 55,6% en la radio pública autonómica.
La conclusión es clara: el número de mujeres periodistas que acceden al mercado de trabajo es cada vez mayor que el de hombres. La situación tampoco varía entre los estudiantes matriculados en las facultades de Comunicación de Andalucía y del resto del país. Y de este panorama es lógico deducir que el porcentaje de mujeres en las redacciones de los medios de comunicación irá creciendo de manera paulatina, así como el porcentaje de puestos de responsabilidad en manos de mujeres.
Aunque éste es el paisaje que se dibuja en un horizonte muy próximo, tampoco podemos suscribir las palabras de Carmen Morillo (2005: 10), miembro del Consejo Audiovisual de Andalucía, cuando afirma que uno de cada tres periodistas hombres encuentra su primer empleo a través de familiares, amigos o conocidos, mientras las mujeres acceden mediante prácticas, becas, oficinas de empleo o el envío de currículo. Pero, desgraciadamente, la precariedad laboral no conoce género.
5. Una situación que se ha mantenido oculta
En cualquier caso, la pregunta es inevitable. ¿Desde cuándo es ésta la situación y qué fórmulas son válidas para hallar una solución? Como bien recuerda José Alonso Seco (2003: 90), el periodista en España nunca tuvo conciencia de clase ni luchó por sus derechos laborales. En este sentido, ha escrito: “La situación de los periodistas siempre se ha mantenido oculta y sólo ha estallado la polémica, hasta cierto punto –y sin mayores consecuencias-, con motivo de la Guerra de Irak y la muerte de Julio Anguita Parrado y José Couso”. Anguita Parrado fue corresponsal para el diario El Mundo sin estar en plantilla. Couso era trabajador autónomo en Atlas, contrata responsable de los servicios informativos de la cadena Telecinco. El 12 de abril de 2003, la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) denunció en un comunicado que, con la misma precariedad e inseguridad laboral que Couso y Anguita Parrado, trabajaban alrededor del 47 por ciento de los informadores en España y “si gran parte de la opinión pública lo desconoce es por la cortina de silencio que los propios medios extienden sobre nuestras reivindicaciones”.
Los periodistas, en efecto, muestran una incoherente resistencia a la organización y participación tanto en la vida política como sindical. El argumento esbozado en demasiadas ocasiones de que la independencia y la neutralidad del periodista es su mejor pasaporte para viajar por la profesión, posiblemente ya haya caducado. Los índices de afiliación a sindicatos son ridículos. Para colmo, los sindicatos de clase y los sindicatos profesionales de periodistas se enfrentan entre sí buscando huéspedes en este mercado lacrado. La existencia, además, de múltiples organizaciones –sindicatos, asociaciones de la prensa, colegios de periodistas, asociaciones de periodistas especializados o agrupaciones independientes- muestra un mapa confuso de intereses y de soluciones.
El problema, además, se prolonga en que los colegios de periodistas carecen, como les ocurre a las asociaciones de la prensa, de la capacidad legal y negociadora que poseen los sindicatos en el plano laboral, por lo que la labor de colegios y asociaciones se ha de complementar con la de éstos últimos.
Francisco Sierra (2005) ha escrito: “En efecto, España es uno de los pocos países europeos en los que la protección de los informadores brilla por su ausencia. No existen marcos reguladores para la defensa del derecho a la información”. Es cierto, y esta situación ha hecho que la precariedad laboral avance sin tropiezos por las arenas de la profesión. Pero tampoco los profesionales europeos han escapado a la red de la precariedad laboral. Los periodistas italianos han protagonizado en los últimos años algunas movilizaciones. En 2000 fueron más de cinco las huelgas realizadas por la Federación Nacional de la Prensa, con 11.000 profesionales afiliados por el incremento de la precariedad con las nuevas tecnologías. El 11 de abril de 2001 se cerraba un año de huelgas para la firma del convenio y cláusulas que regulan la situación de los colaboradores. En noviembre de 2002 los problemas de la concentración y la falta de libertad paralizaron con una nueva huelga el sector. El 10 de junio de 2003 Italia no recibía noticias durante 24 horas en protesta por la política de medios de comunicación del presidente Silvio Berlusconi (Alonso Seco: 3003, 94). También a finales de abril de 2006 volvían a manifestarse los periodistas italianos por la misma razón: contra la precariedad laboral y a favor de contratos dignos.
Los periodistas franceses también se han movilizado y dejaron a sus vecinos sin prensa en 1996 y 1998 por la supresión de beneficios fiscales. El 22 de octubre de 1999 Marruecos vivía la primera huelga de periodistas de su historia relacionada con la aplicación del convenio y también hubo movilizaciones de periodistas en Egipto (1995), Suecia (1996) y Grecia (1995), entre otros países del mundo (Alonso Seco: 2003: 20). Pero no en España.
Parece que aquí no ocurre nada, que el periodista no es capaz de analizar su propia realidad y mucho menos hacer frente a esta situación. La única huelga de periodistas en España data del año 1919. En los últimos años, los periodistas españoles no se han movilizado. Sólo en los medios públicos, donde los sindicatos están mejor representados, los profesionales se han mostrado más fuertes. En este sentido, José Alonso Seco señala (2003: 95): “No es casual que sea en los medios públicos donde más frecuentemente son las movilizaciones, ya que la precariedad es más grave en los privados. En cualquier caso, no parece probable que quienes peor se encuentran laboralmente puedan participar en cualquier iniciativa coordinada en defensa de sus intereses. Tienen poco que perder, pero temen perderlo”.
6. El corporativismo en España
En España no hay corporativismo en la profesión y, como añadiría José Alonso Seco, “ni siquiera frente a sus graves condiciones laborales” (2003: 95). Los distintos estudios realizados hasta el momento muestran un bajo índice de afiliación. Periodistas de Cádiz. Informe sociológico sobre la profesión periodística en la provincia de Cádiz (2004: 71) señala que la afiliación a un sindicato está relacionada con la edad. Es decir, cuanta más edad tiene el periodista o más años lleve en la profesión, se detecta un mayor nivel de sindicación. Hay cuatro veces más afiliados en los medios públicos que en los privados y se da una mayor afiliación en la radio y en la televisión y menor en la prensa escrita. La afiliación corre pareja con la existencia o no de convenio en la empresa donde se trabaja. El 8% de los periodistas encuestados ha sido o es representante laboral en su empresa.
En el informe Periodistas locales elaborado por la profesora de la Universidad del País Vasco María José Cantalapiedra, el 88% de los encuestados responde que no está afiliado a ningún sindicato ni colegio profesional y esgrime dos razones. Primera: desconfianza en la utilidad de estar afiliado. Segunda: muchos periodistas no quieren que se les vincule a ninguna opción política. Asimismo, el Informe Anual de la Profesión Periodística 2005 elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid muestra que el 80,3% de los periodistas entiende que el nivel de sindicación y organización no es el adecuado (2005: 35).
Sin lugar a dudas, esta falta de corporativismo, que se traduce en una baja afiliación sindical, se muestra como uno de los grandes vacíos a complementar para dirigir a buen rumbo el futuro de la profesión. El 20 de junio de 2006, con motivo del centenario del nacimiento de la Asociación de la Prensa de Málaga, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, hizo mención a la iniciativa del acuerdo alcanzado por la Federación Española de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) y la Federación de Asociaciones de la Prensa de Andalucía (FAAP) con los sindicatos CC OO y UGT para luchar contra la precariedad laboral. Pero también fue contundente al respecto: “… sin duda, la manera más eficaz de combatir la precariedad es la que ha sido siempre: me refiero a la unidad, a la sindicación, a la asociación. Sé que no cuentan con una tradición muy sólida ni una aceptación muy generalizada entre los periodistas españoles, pero les seré sincero: no se me ocurre nada mejor”.
7. Precariedad laboral y producción periodística
La situación profesional todavía se agrava más, pues la precariedad laboral condiciona los códigos éticos del periodista pero también las rutinas de trabajo en la elaboración de las informaciones. Las nuevas tecnologías, como ya se ha dicho, han incidido agravando y cercenando aún más la calidad de la producción periodística. En marzo de 2006 el corresponsal del diario ABC en Washington, Pedro Rodríguez, informaba de un ambicioso estudio realizado por un instituto norteamericano asociado a la Universidad de Columbia. Una de sus conclusiones decía que aumenta el número de medios de comunicación gracias a Internet, pero al mismo tiempo decrecen los contenidos originales y las coberturas periodísticas en profundidad. Y añadía que esta paradoja está basada en un círculo vicioso en el que los medios reaccionan ante menores ingresos congelando las plantillas y los presupuestos de sus respectivas redacciones.
La precariedad laboral a la que se enfrentan muchos trabajadores de los medios de comunicación y el uso que las empresas hacen de los becarios ponen en peligro la calidad de la información, pues, como ya se ha dicho, se ofrece un producto que carece del adecuado proceso informativo. Como consecuencia, no sólo hablamos de procesos de explotación laboral, sino de atentados contra la calidad informativa. Joseph Carles Rius, subdirector de La Vanguardia, se ha lamentado de que las empresas periodísticas se aprovechen del exceso de oferta para conseguir mano de obra barata en situaciones de clara explotación de salarios y horarios de trabajo. A esta masiva demanda, desde luego, no ayuda la concentración de medios de comunicación, pues cierra los espacios a nuevas incorporaciones y estrecha los márgenes de libertad de expresión.
De cualquier manera, los efectos de esta precariedad laboral son patentes en otros muchos aspectos, tal como ya denunció en su Manifiesto Fundacional el Sindicato de Periodistas de Madrid. En muchas empresas periodísticas no existe convenio colectivo y sus ordenanzas laborales son obsoletas; la jornada laboral no se respeta de manera sistemática y los colaboradores y freelances se ven a menudo forzados a trabajar sin contrato y sin cobertura legal alguna. A estas circunstancias hay que sumar otras necesidades: la regulación de las prácticas de licenciados y no licenciados y de la actividad de los horarios universitarios; la regulación de la figura del periodista al servicio de las Administraciones Públicas; la regulación y cumplimiento de los derechos de autor de todos los periodistas; defensa de la existencia de medios públicos de comunicación, de su objetividad y pluralismo informativos y de un sistema transparente y profesional de acceso a los puestos de trabajo; Consejos de Redacción, regulados por Estatutos de Redacción, en los medios de comunicación y vigencia de un Código Deontológico.
A esta situación descrita, la OPI (2000), en su informe Radiografía de la profesión periodística, advierte de que la precariedad laboral facilita el control ideológico de los profesionales: “Ante la debilidad de la relación contractual, el periodista puede verse forzado, y de hecho se ve forzado, a escribir al dictado, bajo presiones políticas y económicas. El periodista termina por convertirse en un periférico más del ordenador con el que trabaja. Los criterios profesionales y deberes éticos de los periodistas son pisoteados cada día en la antesala de la redacción”. Como consecuencia, la conclusión final, según la OPI, es que el ciudadano no recibe información, sino desinformación y manipulación.
El 3 de mayo de 1996 la FIP celebraba el Día Internacional de la Libertad de Expresión destacando en París con un eslogan que no daba lugar a dudas: “No puede haber libertad de prensa si los periodistas trabajan en condiciones de pobreza, corrupción y miedo”. Todavía hoy, en muchos países del mundo, los periodistas luchan por uno de los derechos más básicos como es la libertad de expresión y no sufrir represalias por ello. Pero en las sociedades democráticas la libertad de expresión encuentra en las condiciones laborales de los periodistas un obstáculo incuestionable si pretendemos que la salud de la profesión no se deteriore todavía más. La precariedad laboral no sólo deteriora la calidad de la producción informativa, sino que también promociona los mecanismos de corrupción. En México, se ha creado una figura que no tiene paralelismo en ningún otro país. Se tarta de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra Periodistas. Este organismo no sólo estudia los casos de periodistas asesinados o amenazados en el país y los distintos métodos de atentar contra la vida y la profesionalidad de los periodistas, sino también las corruptelas y sobornos en los que los profesionales se ven voluntariamente sumergidos como consecuencia de la precariedad laboral.
8. “Mi precariedad es tu desinformación”
Silvia Pellegrini (1989: 74) muestra con rotundidad que el trabajo del periodista y su papel en la sociedad no es otro que “inquirir, recolectar, elaborar, transmitir y recibir la imagen procesada de un hecho real, comprobable, situada en el tiempo y el espacio, que implique alguna modificación de interés para la vida social y que posibilite a los seres humanos ratificar o modificar su actuar, sentir u opinar libremente”. No obstante, y a tenor de cuanto se ha expuesto, cabe preguntarse si hoy los periodistas pueden ejercer la profesión en las condiciones que esgrime Pellegrini. Desgraciadamente, el horizonte hacia donde nos dirigimos no nos permite ser optimistas. Una frase reivindicativa del Sindicato de Periodistas de Andalucía (SPA) y de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) reza así: “Mi precariedad es tu desinformación”.
Hispanoamérica tampoco escapa a este desalentador paisaje. Óscar Ordóñez (2005), en un trabajo en el que encuestó a 182 periodistas de once países latinoamericanos, expone algunas conclusiones que no nos son ajenas. La mayoría de los periodistas de América Latina (84%) trabajan contra el tiempo y disponen de menos de cuatro horas para entregar sus notas de prensa, por lo que apenas tienen tiempo para elaborar una información bien fundamentada. Son periodistas de escritorio más que de calle. El 56 % de su tiempo de trabajo lo pasan en la oficina. Su jornada laboral se puede extender incluso a doce horas de trabajo continuo. Casi todos prefieren la entrevista exclusiva como fuente primordial de información, por encima de la rueda de prensa o los documentos que existan sobre un determinado tema. La tendencia revela, pues, que tenemos periodistas de escritorio. De ahí que su cansancio sea consecuencia de las largas horas de trabajo que permanecen frente a sus ordenadores.
La situación en España, aún a falta de estudios concretos, no debe variar demasiado. Pero hay otro factor que incide considerablemente en las rutinas de trabajo de los periodistas y, sobre todo, en su credibilidad. Hablamos del periodismo de declaraciones, de un periodismo programado en el que el aspecto imprevisible que define a la noticia luce por su ausencia. Aún es peor si se trata de cubrir una conferencia de prensa en la que no hay preguntas, en la que el periodista no tiene nada que preguntar y, como consecuencia, nada que decir. José Miguel Larraya (2006: 17) ha escrito: “El ejemplo más sangrante, que se reitera en todos los ámbitos de la vida pública, es el de las conferencias de prensa sin preguntas. Algo así como ser invitado a un banquete para ver cómo come la mesa presidencial. Y lo mejor de todo es que esa ceremonia mediática se llena de micrófonos de periodistas que asisten y cámaras que registran el acto. No encontramos estudios que documenten el origen de este sucedáneo de periodismo, pero puedo dar fe de que se practica en todo el espectro político”. Y añade: “Las ruedas de prensa sin preguntas son, como las cervezas sin alcohol, una necesidad del mercado”.
Todos estos factores inciden, obviamente, no sólo en el deterioro de la profesión, sino también en la falta de credibilidad que ofrecen los periodistas. Las nuevas tecnologías abren otras posibilidades de llegar al ciudadano y los medios de comunicación ensayan también nuevas fórmulas para que sus gastos no sean una merma económica ni supongan otros costes añadidos. Por ejemplo, Soledad Puente (1999), directora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica de Chile, cuestiona el papel del periodista cuando Internet sea una alternativa de comunicación verdaderamente masiva. Para Puente, 1998 fue el año en que pudimos comprobar ya cómo las fuentes informativas usaron este medio para tomar contacto directo con los usuarios, informaciones que llegaron al público antes que a los medios tradicionales, pseudoperiodistas con espacios más visitados que otros medios de prestigio, páginas con maneras propias de combinar la información y las potencialidades de Internet, y medios tradicionales “apostando acerca de su papel frente a esta nueva tecnología”. Como botón de muestra cabe recordar que la semana del 9 de noviembre de 1998 el príncipe Carlos de Inglaterra abrió su portal oficial en Internet con 354 páginas de información. El primer día tuvo 1.750.000 visitas de todas partes del mundo.
Como consecuencia, la red permite a la fuente informativa convertirse en medio, tomar la labor informativa en sus manos de acuerdo con sus propios objetivos, de manera que la información fluye directamente de las autoridades a sus ciudadanos. Sin embargo, esta alternativa, según Soledad Puente, plantea al ciudadano el problema de la desinformación, pues la experiencia profesional indica que las autoridades no publican aquello que les perjudica. Y concluye: “La evaluación corresponde al periodista. La selección también. Alguien con experiencia y conocimiento debe señalar al público qué parte de la información difundida por la fuente tiene valor para la toma de decisiones”.
A la situación laboral que padece, hay que sumar este otro aspecto: el papel del periodista queda en entredicho, porque la información vive una nueva revolución y los medios ofrecen sus espacios a los contenidos creados por la gente de la calle. Bárbara Celis (2006: 43) , en “Todos somos periodistas” ha escrito: “El concepto wiki –base de la enciclopedia on line más consultada del planeta, Wikipedia- consiste en crear páginas webs en las que los internautas pueden escribir, corregir o editar contenidos. Como con el software libre Linux. De esta forma se facilita la escritura colaborativa. Y en un mundo que está viendo cómo el ciudadano corriente se transforma en productor de noticias, parece más pertinente que el encuentro del periodismo ciudadano se celebre al amparo del universo wiki. Si se democratiza el conocimiento hasta el punto de que todo el saber humano está al alcance de un click, ¿por qué no tratar a cualquiera como periodista si existen las herramientas para poder ejercer como tal?”
Bárbara Celis recoge en su reportaje unas declaraciones de David Sifry, fundador de Technorati. Dice que él ha visto a través de un buscador creado en 2002 cómo en el último año los blogs han crecido de 13 a 150 millones. Y algunos, como Ohmynews.com, cuentan con 40.000 colaboradores repartidos por todo el mundo. Dice Sifry: “Muchos blogs son capaces de producir informaciones tan elaboradas y bien hechas como las de los grandes medios. También hay mucha basura, pero cuando la oferta crece tanto, también hay mucho más donde elegir. Y en cuanto las herramientas para la creación de vídeos se simplifiquen un poquito más, lo que ha ocurrido con los blogs, que ya han dejado de ser despreciados por la prensa tradicional para pasar a tomar un papel relevante en la información, podría llegar a ocurrir con los video blogs”. Por el contrario, Dan Gillmor, director del Center for Citizen Media, considera que la prensa tradicional va a seguir siendo necesaria: “Los bloggers no quieren sustituir a los periodistas. Lo que pasa es que todos tenemos historias que contar. Y es inherente al ser humano el querer hacerlo. Pero los periodistas deberían celebrar la participación ciudadana en la creación de noticias y preocuparse más bien por el futuro de la publicidad, ya que viven de los anunciantes y ellos son los que realmente les pueden hacer daño buscando audiencias en nuevas plataformas”.
Koldo Meso y Díaz Noci (2005) también comparten este principio de que los medios de comunicación y los periodistas tradicionales han perdido su monopolio sobre la función informativa. De manera que, por primera vez, “el periodismo profesional ve que se le escapa la gestión del espacio público y que tiene que compartirlo con cualquier ciudadano de a pie; gente que no duda en utilizar un sinfín de herramientas a su alcance para escribir con plena libertad sobre cualquier materia”.
Estos autores recuerdan que, a finales de este mes de enero, el rotativo bilbaíno El Correo se convirtió en el primer diario en invitar a sus lectores, además de a leerlo, a escribirlo. Desde sus páginas, se animaba a los lectores a opinar, quejarse, sugerir temas, hacer críticas de cine, escribir noticias. Pero no sólo eso: también a anunciar sus fiestas, mostrar sus fotos, localizar a una vieja amistad, pedir ayuda o entrevistar a un famoso.
Puede parecer un disparate, pero no lo es. Las nuevas tecnologías facilitan no sólo el acceso más rápido y ágil a la información, sino también el hecho de que el propio lector se convierta en periodista desde el insólito e inesperado escenario de los hechos, bien cuando cruza las calles de Nueva York y dos aviones se estrellan contra las Torres Gemelas o bien cuando el descanso estival en un país asiático le sorprende con los estragos de un tsunami. La noticia exclusiva, a diferencia de la rueda de prensa, no se puede programar para un día concreto con el objetivo de convocar a los periodistas.
Desde luego, hay otro factor que también influye y es que la gente comienza a sentirse insatisfecha con el contenido de los medios tradicionales. Algunas investigaciones demuestran que los reporteros españoles han evolucionado hacia un periodismo menos informativo, más trivial y sensacionalista, en el que la investigación queda relegada a un lugar secundario. Además, buena parte de la información que se publica en los medios procede de agencias de noticias, de oficinas de prensa de las administraciones o instituciones y distintos centros de documentación.
Pero la nota de color más insólita en este paisaje nos la ha contado Andrés Aguayo (2006: 10). Al parecer un ordenador puede escribir noticias económicas en 0,3 segundos. Aguayo escribe: “Se acabaron las excusas para el reportero que no acaba su artículo a tiempo. La máquina lo hará más rápido que él y sin errores. Thomson Financial, una empresa financiera estadounidense, utiliza desde marzo de este año un software que elabora noticias económicas sobre los resultados de una compañía tres décimas de segundo después de que se dan a conocer”. Esta noticia fue publicada el 12 de agosto de 2006 y redactada totalmente por el programa de Thomson: “”Wall Street espera que las ganancias de Royal Caribbean Cruises (RCC) para el tercer trimestre sean menores que las proyectadas, con un precio de acción promedio de 1,56 dólares. Los analistas estiman que las ganancias promedio de RCC serán de 1.624 millones de dólares. El consenso de los analistas es de comprar acciones en esta compañía”. El teletipo incluía además los pronósticos para los próximos meses sobre las fluctuaciones en el precio de las acciones, el historial financiero de la compañía y el análisis de la fiabilidad de las predicciones de Thomson sobre esa compañía durante los últimos años.
La pregunta se hace inevitable: ¿Sustituirán las máquinas a los periodistas? Santiago Pérez, corresponsal de la agencia Dow Jones para España y Portugal, es contundente: “Nunca. Aunque en el mundo bursátil, incluidas las noticias, se tiende a la automatización, siempre se necesitarán periodistas para analizar los datos y las tendencias futuras, en particular si es información que una empresa no esté particularmente interesada en dar a conocer” (Aguayo, 2006: 10).
9. A modo de conclusión
Con toda probabilidad las máquinas no podrán sustituir al periodista, pero ciertamente las nuevas tecnologías tampoco ayudan a que el ejercicio del periodismo se fundamente en la verificación de hechos, contraste de fuentes informativas y publicación de noticias ciertas y novedosas. Las empresas informativas sólo buscan un espacio en el mercado y su fin ya no es la defensa de los derechos sociales de la comunicación, sino los beneficios rápidos y jugosos que ofrece la coyuntura económica. Por eso no cuenta con los profesionales a la hora de definir su estrategia informativa. El periodista, lejos de luchar por su papel protagonista en esta carrera de fondo, ha quedado relegado en una esquina de la redacción. La precariedad laboral ha minado su iniciativa profesional, ha creado rutinas de trabajo en las que la iniciativa del profesional destaca por su ausencia: conferencias de prensa sin preguntas, periodismo de declaraciones, noticias programadas. El periodista, sin tiempo libre y sin conciencia de clase, sin estar afiliado a organización alguna, se pierde en un panorama que le han diseñado, y no precisamente a su medida. José Miguel Larraya se pregunta: “¿La solución? Hacer periodismo”. Posiblemente ahí esté la clave. En que sin habernos dado cuenta, aún sigamos hablando de una profesión que se nos escapa por los descosidos del pasado sin que todavía seamos capaces de advertir los peligros que nos conducen al futuro. Porque si no actuamos a tiempo y unidos, concienciados de nuestros problemas, podemos correr el riesgo un día de mentir conscientemente a nuestras madres, como ya nos recordó Rodolfo Serrano, y hacerlas creer que aporreamos el piano sin piedad en un prostíbulo cualquiera.
10. Reseñas bibliográficas y hemerográficas
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